domingo, 29 de octubre de 2017

El disfraz de Halloween

cuento de halloween infantil

Maite es una niña, de unos siete años, que le encantan los disfraces y jugar con sus amigos a cualquier cosa que implique disfrazarse. Por eso, sus padres han decidido aprovechar que se celebra Halloween para prepararle una fiesta con sus amigos.

 Una pequeña merienda y un montón de juegos para que tanto Maite como sus amiguitos disfruten de una tarde divertida y llena de sorpresas.

  La pequeña ayuda a preparar la fiesta junto a sus padres para que todo salga perfecto y elige su disfraz favorito. Ha decidido ser una simpática bruja, con una cesta en forma de calabaza, para recoger caramelos tras la merienda.

  Cuanto tocan al timbre, Maite está más que preparada y recibe a sus amigos con una pequeña bolsa de caramelos y un libro de cuentos para tener un recuerdo de una tarde muy divertida.

   Al llegar al salón, los padres de Maite ya les están esperando con la mesa llena de bocadillos, chuches y adornada con motivos terroríficos. Fantasmas, murciélagos y alguna que otra telaraña de mentira,  decoran la mesa y las paredes del salón. Todos se sientan a merendar muy animados y comentando que les gusta a cada uno de los disfraces que llevan puestos.

 Cuando terminan, ayudan a recoger a la mamá de Maite y le piden a su padre que les cuente una historia.

 -Mi papá sabe porque ahora nos disfrazamos para celebrar Halloween. – presume la pequeña Maite.

– ¿De verdad? – pregunta uno de los niños disfrazado de fantasma. -¿Por qué no nos cuentas la historia?

– Sentaos y os la cuento- dice el padre de la niña con una sonrisa.

Todos los niños se sientan en círculo, rodeando al padre de Maite que, con aire misterioso, comienza a contarles la historia de donde salió la costumbre de disfrazarse en Halloween.

“Hace muchos, muchísimos años, las noches de invierno representaban una amenaza a la gente que vivía en los poblados Celtas.

 La oscuridad les daba miedo porque creían que, en la noche de todos los santos, los muertos cobraban vida y se convertían en fantasmas,  momias, brujas y otras criaturas y pensaban que se los encontrarían por las calles si salían de sus casas.

 Como no podían permitirse quedarse encerrados en casa toda la noche, los que salían creían que disfrazándose no les reconocerían los fantasmas.”

Y… ¿Sabéis lo que hacían? – les pregunta a los niños que le miran con atención.

-¿Qué hacían papá? Dinos que hacían para escaparse – le dice uno de los amiguitos de su hija.

“Ellos usaban máscaras, capuchas y todo lo que tenían a su mano para despistar a los fantasmas en su búsqueda de espíritus.

 Años después, en Estados Unidos comenzaron a hacer fiestas en los que, como nosotros, contaban historias de fantasmas, adivinaban la suerte de los que allí asistían, cantaban y bailaban.

A partir de entonces, los disfraces ya no se los ponían para huir de los espíritus, sino para hacer de la víspera de  Todos los santos un homenaje a como se vivía en sus antepasados.”

-Y ahora que ya sabéis porque empezaron a disfrazarse… ¿Os apetece ir a por caramelos? – les pregunta el padre de Maite.

– Siiii… – contestan todos los niños al unísono.

 Todos los niños, encabezados por Maite y su padre cogen de la entrada las cestas que han traído para la fiesta y, entre bromas y risas comienzan a tocar a los vecinos para que le den unas chuches al oír…

   ¡¡ TRUCO O TRATO!!